lunes, 9 de junio de 2014

RECUPERACIONES- 12 JUNIO

1ª EVALUACIÓN: 

Lengua:
 Comunicación (tema 1)
Variedades de la lengua ( tema 2)
Análisis morfológico de palabras (tema 3)
Texto narrativo (tema 8)

Literatura: 
Edad Media (temas 10 y 11)
Obras más importantes: Cantar de Mío Cid y La Celestina

2ª EVALUACIÓN

Lengua: 
Análisis sintáctico de oraciones simples
Texto descriptivo (tema 8)

Literatura:
Renacimiento (tema 12)
Poesía y prosa en el Barroco (tema 13)
Autores y obras más importantes: Garcilaso de la Vega
                                                    Fray Luis de León
                                                    El Lazarillo de Tormes
                                                    El Quijote, Cervantes
                                                    Poesía de Quevedo y de Góngora
3ª EVALUACIÓN
Lengua: 
Análisis sintáctico de oraciones compuestas (sustantivas, adjetivas y adverbiales)
Tipos de textos: Diálogo, Exposición y Argumentación (tema 8)

Literatura: Teatro en el siglo XVII
Obras y autores: Lope de Vega y La Comedia Nueva
                           Calderón de la Barca (La vida es sueño)
GLOBAL
Aquellos alumnos que tengan la materia completa han de centrarse en los siguientes contenidos:

-Análisis sintáctico de oraciones simples
-Análisis morfológico de palabras
-Comentario de textos poéticos
-Literatura- Obras y autores más importantes:
Cantar de Mío Cid
La Celestina
Garcilaso de la Vega
 Fray Luis de León
Lazarillo de Tormes
 El Quijote, Cervantes
 Poesía de Quevedo y de Góngora
 Lope de Vega y La Comedia Nueva
 Calderón de la Barca (La vida es sueño)

lunes, 26 de mayo de 2014

SUBORDINADAS ADVERBIALES

Realizan la función de un complemento circunstancial. Existen diferentes tipos, de los cuales este curso estudiaremos los siguientes: 

- DE LUGAR: Donde yo vivo no hay peligro de inundaciones. Nexos: donde, a donde, hacia donde, en donde, desde donde. 

-DE TIEMPOCuando despertó, el dinosaurio estaba allí.

  • Puede expresar anterioridad a través de nexos como antes de, antes de que, cuando. Ejp: "Antes de que hablara, ya conocíamos sus intenciones". 
  • Puede expresar simultaneidad de acciones con nexos como mientras, mientras tanto, mientras que, en tanto, cuando. Ejp: "Mientras esperábamos el autobús, leímos el periódico."
  • Puede expresar posterioridad a través de nexos como después que, apenas, luego que, en cuanto, cuando, tan pronto como. Ejp: "En cuanto cenamos, vimos una película"
Estas oraciones también se forman con: 
  • Infinitivo: "Al cantar en público, siente gran vergüenza"
  • Gerundio: "Viendo la televisión, se quedó dormido"
  • Participio: "Finalizado el festival, desmontaron el escenario" 
  •  
- DE MODO: Hazlo como quieras. Nexos : como, según, como si, tal y como, conforme a. 

También se pueden formar a través del gerundio: "Manuel habla gritando"

-CAUSAL: Lo hice porque me apetecía. Expresan el motivo o razón por la que se produce un hecho. Nexos: porque, ya que, pues, puesto que.

-FINAL: He llamado para que vengas con nosotros. Expresan el fin o propósito con el que se realiza una acción. Nexos: para, para que, con objeto de que.

jueves, 22 de mayo de 2014

COMENTARIO DE TEXTO ARGUMENTATIVO

En el año 1709, en el palacio romano del cardenal Ottoboni, tuvo lugar un singular torneo musical
entre Georg Friedrich Haendel y Domenico Scarlatti. Ambos tenían la misma edad, veinticuatro años,
pero ya eran maestros en su arte. Y solo contaban para su cotejo con dos armas incruentas: un clave y un
órgano. El sajón era cosmopolita; el latino, exuberante y mediterráneo. Aunque se mantuvieron
magníficamente parejos durante largo tiempo, parece que finalmente el órgano inclinó la balanza a favor
de Haendel. Luego cada cual siguió su camino, pero esta rivalidad nunca enturbió la recíproca admiración
que los dos artistas se profesaron. Casi medio siglo después, ya al final de su vida, el viejo Scarlatti
siempre se santiguaba al oír mencionar el nombre de Haendel: en señal de respeto.
Me conmueve mucho esta anécdota dieciochesca (cuya noticia debo a Stefano Russomanno, en el
número 109 de la revista discográfica Diverdi). Primero, porque en estos tiempos en que se llama
“competitividad” al intento feroz de eliminar al adversario, o sea, de suprimir la competencia, nos
recuerda que la verdadera emulación engrandece al rival y quiere mantenerlo como refrendo de la
excelencia. Y en segundo (pero principal) lugar, porque se refiere a la más hermosa disposición que
suscita el arte, la capacidad de admirar. Quien no la conoce, aunque parezca ser un gran artista, carece de
un registro esencial de la sensibilidad que produce el arte y a la que el arte interpela. Desconfío
hondamente de la aparente superioridad de los perpetuos desdeñosos, de la insobornable “objetividad” de
los cicateros profesionales y de los desmitificadores del mérito ajeno que siempre se las arreglan para
barrer la fama hacia casa. Creo que admiramos con lo de admirable que hay en nosotros y nunca he
tropezado con nadie verdaderamente admirable que no supiese también ser sinceramente admirador.
(Fernando Savater, Mira por dónde, 2003)

Fecha de entrega: Lunes, 26 de mayo (1º CTN)

miércoles, 21 de mayo de 2014

TEXTO ARGUMENTATIVO (ARTÍCULO DE OPINIÓN)


 GRAN HERMANO EN EL SUPERMERCADO 
Esther Vivas. Diario Público (29/03/14)

Asociamos la compra en el supermercado a modernidad, autonomía, libre elección, pero hay pocos lugares en el mundo, que formen parte de nuestra vida cotidiana, tan controlados y monitoreados como dichos establecimientos.
Un laboratorio llamado ‘súper’
Llegamos al ‘súper’ y unos carteles, en general de colores claros, nos dan la bienvenida animándonos a entrar, a menudo acompañados de ofertas reclamo que anuncian precios muy baratos. Cogemos el carrito de la compra, tan grande que mucho hay que llenarlo para que no parezca vacío, y empezamos la búsqueda de lo que necesitamos por innumerables pasillos con estanterías rebosantes de productos. El carro por más que lo lleves recto siempre gira de cara al estante y allí ves, como quien no quiere la cosa, un nuevo artículo que no esperabas y lo sumas al pedido.
Necesitas leche y yogures y toca atravesar todo el centro comercial para conseguirlos. ¿Por qué pondrán siempre lo que más te hace falta al final del establecimiento? De camino, un hilo de música con ritmo suena de fondo, ni lo escuchas pero allí está animándote a comprar. Miras precios y no entiendes porqué nunca los importes son redondos, siempre acaban con decimales, haciendo muy difícil la comparación entre unos y otros. Suerte que te fijas en todos aquellos que acaban en 9, y así ahorras un poco. Aunque, tal vez, tampoco haya tanta diferencia entre pagar un céntimo más o menos. Eso sí, el producto parece más barato.
Toca pararse, dos carritos con gente comprando en medio. Y me pregunto, ¿por qué harán los pasillos tan estrechos? En fin. Aprovecho para mirar a un estante y a otro y allí está esa bolsa de patatas fritas que no me conviene mirándome de frente. Va, no vendrá de aquí… ¡al carro! Avanzo ahora buscando el paquete de arroz que necesito pero ya lo han cambiado otra vez de lugar. No entiendo por qué cada x tiempo mueven los productos de sitio. Cuando ya me sé la ruta de memoria, me toca, de nuevo, dar mil vueltas antes de encontrar lo que necesito. Eso sí, al reaprender el camino descubro nuevos productos con los que antes ni me había fijado.
Sólo me queda coger el detergente. En la droguería y a la altura de los ojos veo esa marca que dicen por la tele deja la ropa tan limpia. Tomo el envase y, por casualidad, miro el precio… ¡qué caro! Devuelvo la unidad. Observo arriba y abajo en la estantería y allí encuentro otra marca menos conocida pero más económica. Me agacho y la agarro. ¿Por qué la pondrán en un lugar más difícil de coger? Llega el momento de pasar por caja. En la cola y aburrida por la espera veo esos chocolates, caramelos, golosinas… y a solo un palmo. Imposible decir “no”. Venga, un día es un día, a la cesta.
Analizando mi “recorrido”, me planteo ¿cuántas cosas he comprado que no necesitaba? ¿He adquirido los productos que me interesaban? Se calcula que entre un 25% y un 55% de nuestra compra es compulsiva, fruto de estímulos externos. Lo metemos en el carro aunque no nos haga falta. Y al pasar ante una estantería, un 20% compramos antes la marca que se encuentra a la altura de los ojos que otra cualquiera, sólo por comodidad, aunque esas otras sean más baratas. Sin ser conscientes, somos conejillos de indias en un gran laboratorio llamado ‘súper’.
Sonríe, te graban
Nuestros movimientos en un supermercado nunca pasan desapercibidos, una cámara u otra, colocada aquí o allá, lo registra. Pero, ¿qué se hace con esas imágenes? ¿Sabemos cuándo nos están grabando? ¿Podemos acceder a esas filmaciones? El profesor Andrew Clement de la Universidad de Toronto y fundador del Instituto de Identidad, Privacidad y Seguridad señala nuestra indefensión ante estas prácticas. Según un estudio llevado a cabo por su equipo en Canadá, ninguna de las cámaras colocadas en los mayores centros comerciales canadienses cumplía los requisitos de señalización a los que obligaba la Ley. Aquí, en Europa, la polémica, también, está servida. No tenemos ni idea de qué ni cómo ni cuándo graban ni qué hacen con las imágenes.
La cadena de supermercados Lidl protagonizó uno de los mayores escándalos cuando, en marzo del 2008, se descubrió que espiaba sistemáticamente a sus trabajadores en varios establecimientos de Alemania mediante mini-cámaras colocadas en lugares estratégicos. Cada lunes, según destapó el semanario alemán Stern, un equipo de detectives instalaba entre cinco y diez cámaras a petición de su dirección con el pretexto de evitar robos. Sin embargo, dichas cámaras servían para controlar a los trabajadores, grabar sus conversaciones y elaborar detallados perfiles personales. No se trata de un caso aislado. Su competidora Aldi fue acusada, en marzo del 2013, de espiar a sus empleados en varios supermercados de Alemania y Suiza mediante cámaras ocultas, según filtró la revista alemana Spiegel.
Aquí, la Agencia Española de Protección de Datos abrió un proceso sancionador a Alcampo por espiar a sus trabajadores. A finales del 2007, Alcampo instaló en secreto en un hipermercado de Ferrol tres cámaras ocultas en espacios reservados al personal. Semanas después, utilizó el contenido de dichas cintas para  despedir a un empleado y sancionar a otros once.
Los consumidores somos, también, objeto de voyeurismo. Lo último, lo estrenó la cadena de supermercados Tesco, a finales del 2013, en Gran Bretaña. La empresa instaló en 450 gasolineras pequeñas cámaras con el objetivo de escanear el rostro de sus clientes en la cola del establecimiento a fin de detectar su edad y sexo y ofrecerles la publicidad más acorde a sus perfiles. La película de ciencia ficción ‘Minority Report’ de Steven Spielberg hecha realidad, aunque los anuncios personalizados a partir de la lectura de la retina, como salía en el film, parece no tendrán que esperar al 2054.
Nuestra vida en una tarjeta
“¿Tiene tarjeta cliente?”, ya es un ritual que nos lo pregunten al pasar por caja. Y si no la tienes, nos ofrecen un mar de ventajas, descuentos y recompensas tras la misma. De este modo, corremos a rellenar el formulario, apuntando todos nuestros datos, sin apenas leer lo que firmamos, para poder acceder cuanto antes a tan fantásticas promociones. Sin embargo, ¿qué sucede con la información que damos? ¿Quién la usa? ¿Para qué fines? Esto es algo que no nos cuentan al registrarnos.
Los supermercados son los reyes de las tarjetas de fidelización. Nos ofrecen regalos, descuentos, puntos… si una vez y otra y otra y otra pasamos por su caja. Más allá de contar con nuestra fidelidad, las empresas de la gran distribución buscan, mediante estas tarjetas cliente, conocerlo todo o casi todo de nuestra vida privada: quiénes somos, qué edad tenemos, estado civil, preferencias, hobbies. Al margen de lo que dice la ficha que rellenamos, las compras periódicas que realizamos quedan, a partir de entonces, registradas para siempre en nuestro archivo: si nos gusta o no el chocolate, si preferimos la carne al pescado, qué café, pastas, bebidas, conservas, verduras… tomamos. Lo saben todo.
Las compañías almacenan estos datos y los utilizan vía marketing para mejorar sus ventas. Así, conocen quién consume qué y cuándo, pudiendo realizar exhaustivos perfiles de sus compradores. A partir de ese momento, nos ofrecen todo aquello que “necesitamos” y lo compramos encantados. Nuestra vida privada en manos de las empresas se convierte en una nueva fuente de negocio. Nosotros, ni nos enteramos.
El rastro de lo que compramos
Dicen que comprar en el supermercado del futuro será más práctico, cómodo, ágil, rápido y no tendremos que hacer colas ni pasar por caja. Todo, gracias, entre otros, a la tecnología de identificación por radiofrecuencia o etiquetas RFID. Unas etiquetas que contienen un microchip y que registran información detallada sobre la “vida” del producto en el que se encuentran. Son como un número de serie único que almacena y emite, a través de una antena, datos específicos sobre ese artículo.
Así, en un futuro no tan lejano, parece, podremos entrar en un supermercado, coger un carrito de la compra “inteligente”, cargarle en su base de datos la lista de la compra, dejar que nos guíe al encuentro de dichos productos, darnos información sobre los mismos e ir calculando el total que llevamos gastado. Y al salir, no será necesario pasar por caja, al llevar cada producto una de estas etiquetas incorporadas, una antena receptora los identificará y el total nos será cargado directamente en nuestra cuenta… y sin hacer colas. ¿Qué más podemos pedir?
El problema reside, como han señalado grupos de consumidores en Estados Unidos, como CASPIAN (Consumidores contra la Invasión de la Privacidad de los Supermercados) y EPIC (Centro de Información sobre Privacidad Electrónica), en el control que estos sistemas ejercen sobre las personas. Nadie evita, por ejemplo, que dichas etiquetas puedan continuar acumulando información una vez fuera del supermercado, siguiendo cada uno de los pasos de los productos y de nosotros como consumidores.
Hoy, encontramos estas etiquetas RFID en algunos productos de los supermercados, las cuales conviven con los tradicionales códigos de barras. Su coste, sin embargo, limita de momento y en parte una mayor generalización. Aunque, según el Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación y la Agencia Española de Protección de Datos cada vez es más frecuente encontrarlas en el etiquetado de prendas de ropa y calzado así como en sistemas para la identificación de mascotas, tarjetas de transporte, pago automático en peajes, pasaportes, entre otros, poniendo en riesgo nuestra privacidad.
Nos quieren hacer creer que los centros comerciales son sinónimo de libertad. Ahora, Caprabo apela, en su publicidad, al “librecomprador” que llevamos dentro. “Te lo damos todo para que seas libre de escoger lo que más te gusta”, dice. Sin embargo, la libertad de escoger no está en el supermercado sino fuera de él.

                                                              

martes, 20 de mayo de 2014

TEXTO ARGUMENTATIVO

Cuenta un escritor brasileño amigo mío, Edweine Loureiro, que, en una cena en la que le preguntó a un anciano japonés cómo pudo transformarse Japón tras la Guerra Mundial en una potencia económica, este le respondió ofreciéndole un tazón de arroz con una sonrisa. Mi amigo pensó que su interlocutor había optado por ignorar la pregunta, pero este, consciente de la perplejidad de su compañero de mesa, le ofreció una explicación de su metáfora. “Al término de la guerra, no teníamos arroz para comer”, le aclaró. “Entendimos que solo trabajando juntos e intensamente seríamos capaces de vencer al hambre y a la miseria. Así que nos convertimos nosotros mismos en arroz cocido: cuanto más pegados unos granos a otros, más fuertes nos hacíamos.” El arroz japonés constituye la alegoría perfecta para ilustrar las diferencias entre la naturaleza de este pueblo y la nuestra: mientras nuestro concepto de arroz de calidad incluye como condición indispensable el que sus granos estén sueltos, el arroz japonés es pegajoso. Cada grano, redondo y lleno de almidón, se encuentra pegado a otro, de manera que comer con palillos no supone ninguna dificultad: los granos nunca se caen y el tazón queda invariablemente limpio al final. El señor de la historia le hizo entender a mi amigo que los japoneses, ante una catástrofe de proporciones inimaginables, hicieron lo que mejor saben hacer: poner el bien común por encima del individual. El progreso se derivó de ello por sí solo, y en la repartición de los beneficios también entraron todos. El arte de anteponer el bien común al propio, tan bien visto, aceptado y predicado universalmente, no es sin embargo practicado con frecuencia en muchos lugares del mundo. ¿Es, pues, inalcanzable para seres que no posean una cualidad humana especial? ¿Cómo se implementa en actos concretos? La lección que recibimos con cierto desconcierto los occidentales que vivimos en Japón es que la cuestión carece de misterio, ya que no requiere de ningún sacrificio heroico ni de ninguna capacidad sobrenatural. Hacer bien el trabajo de uno, sin cuestionar ni eludir sus aspectos más ingratos, cualquiera que sea el oficio y la consideración social que reciba, es la única clave para pertenecer a ese arroz cocido colectivo y beneficiarse al mismo tiempo como individuo. (Montserrat Sanz Yagüe, Presentación del libro Frente al Pacífico, 2011) 

Realizar el comentario de texto a partir de las características que viene en el libro (p.143-145). Fecha de entrega: Jueves, 22 de mayo.



lunes, 19 de mayo de 2014

TEXTO ARGUMENTATIVO (Comentario resuelto)


Cuenta un escritor brasileño amigo mío, Edweine Loureiro, que, en una cena en la que le preguntó a un anciano japonés cómo pudo transformarse Japón tras la Guerra Mundial en una potencia económica, este le respondió ofreciéndole un tazón de arroz con una sonrisa. Mi amigo pensó que su interlocutor había optado por ignorar la pregunta, pero este, consciente de la perplejidad de su compañero de mesa, le ofreció una explicación de su metáfora. “Al término de la guerra, no teníamos arroz para comer”, le aclaró. “Entendimos que solo trabajando juntos e intensamente seríamos capaces de vencer al hambre y a la miseria. Así que nos convertimos nosotros mismos en arroz cocido: cuanto más pegados unos granos a otros, más fuertes nos hacíamos.” El arroz japonés constituye la alegoría perfecta para ilustrar las diferencias entre la naturaleza de este pueblo y la nuestra: mientras nuestro concepto de arroz de calidad incluye como condición indispensable el que sus granos estén sueltos, el arroz japonés es pegajoso. Cada grano, redondo y lleno de almidón, se encuentra pegado a otro, de manera que comer con palillos no supone ninguna dificultad: los granos nunca se caen y el tazón queda invariablemente limpio al final. El señor de la historia le hizo entender a mi amigo que los japoneses, ante una catástrofe de proporciones inimaginables, hicieron lo que mejor saben hacer: poner el bien común por encima del individual. El progreso se derivó de ello por sí solo, y en la repartición de los beneficios también entraron todos. El arte de anteponer el bien común al propio, tan bien visto, aceptado y predicado universalmente, no es sin embargo practicado con frecuencia en muchos lugares del mundo. ¿Es, pues, inalcanzable para seres que no posean una cualidad humana especial? ¿Cómo se implementa en actos concretos? La lección que recibimos con cierto desconcierto los occidentales que vivimos en Japón es que la cuestión carece de misterio, ya que no requiere de ningún sacrificio heroico ni de ninguna capacidad sobrenatural. Hacer bien el trabajo de uno, sin cuestionar ni eludir sus aspectos más ingratos, cualquiera que sea el oficio y la consideración social que reciba, es la única clave para pertenecer a ese arroz cocido colectivo y beneficiarse al mismo tiempo como individuo. (Montserrat Sanz Yagüe, Presentación del libro Frente al Pacífico, 2011) 


Comentario de texto: 

Nos hallamos ante un texto argumentativo, en el cual se pretende defender la idea de que en momentos de crisis hay que anteponer el bien común al propio. Esto es lo que trata de resumir la autora en lo que sería la tesis final en el último párrafo del texto:  "Hacer bien el trabajo de uno, sin cuestionar ni eludir sus aspectos más ingratos, cualquiera que sea el oficio y la consideración social que reciba, es la única clave para pertenecer a ese arroz cocido colectivo y beneficiarse al mismo tiempo como individuo".

Se trata, pues, de una argumentación con estructura inductiva o sintetizante, dado que parte de diferentes argumentos generales para al final enunciar la tesis. Y es también un texto argumentativo de carácter divulgativo, ya que se dirige a un público amplio.

Veamos ahora qué rasgos lingüísticos están ayudando a transmitir esa idea principal desde los distintos planos de la lengua: 

En primer lugar, hemos de tener en cuenta que todo texto argumentativo está compuesta por secuencias expositivas que refuerzan su objetividad. Por tanto, es lógico identificar en él las características lingüísticas propias de la exposición: 

-Presencia de las formas del presente de indicativo que otorgan un carácter impersonal a las ideas que se plantean: "Cuenta un escritor brasileño amigo mío", "El arroz japonés constituye..."  No obstante, dado que en este caso se relata un proceso, lo que aquí predomina es el pretérito, tanto perfecto ("pensó", "ofreció") como imperfecto ("teníamos").

-Frecuencia de oraciones de carácter explicativo, a través de oraciones compuestas, unidas tanto por subordinación como coordinación ("Mi amigo pensó que su interlocutor había optado por ignorar la pregunta, pero este...", subordinadas adverbiales ("este le respondió ofreciéndole un tazón de arroz con una sonrisa") u oraciones copulativas que describen la realidad ("El arroz japonés es pegajoso", "La lección que recibimos con cierto desconcierto los occidentales que vivimos en Japón es..").


En general, predominan las oraciones largas y subordinadas, prueba del razonamiento elaborado que ha de distinguir a toda buena argumentación.

-Uso de adjetivos especificativos para reforzar el enfoque objetivo ("japonés", "brasileño", "anciano"). 

Por otro lado, del lado propio de la argumentación, habría que destacar el predominio del argumento por ejemplo, pues a la defensa de la tesis final se llega a partir del relato de cómo los japoneses superaron la crisis en que se encontraban tras la Segunda Guerra Mundial.

Al mismo tiempo, también podríamos hablar de argumento de experiencia, pues la autora llega a su conclusión a partir del relato que hace su amigo brasileño  de la entrevista personal que tuvo con un anciano japonés. Es decir, la opinión del japonés gana peso gracias a su edad y, por tanto, a su experiencia de la guerra. Además, en el texto predomina el uso de la primera persona, pues la defensa de las ideas surge a partir del relato de las experiencias vividas.


Por otro lado, Edweine Loureiro, el amigo brasileño, aparecería como una autoridad en la argumentación.

También es interesante el empleo de las interrogaciones retóricas ("¿Es, pues, inalcanzable para seres que no posean una cualidad humana especial? ¿Cómo se implementa en actos concretos?"), las cuales no solo sirven para afirmar aquello que cuestionan, sino que además, en función apelativa, llaman la atención sobre el receptor invitándole a reflexionar de manera directa. 

Finalmente, no podemos olvidar la voluntad de estilo de los textos argumentativos, la cual en este texto concreto se evidencia en el uso de figuras literarias, como el empleo de la alegoría del arroz que vertebra todo el fragmento, según la cual se expresa la unión y solidaridad entre los japoneses,  y todas las metáforas que de ahí se derivan, como la de "el arroz cocido" o la de "El arroz japonés es pegajoso."